Este era un día en que mis amigas y yo nos volvimos a
encontrar en el mismo café de siempre, en el área de fumadores. Ah, claro… el
invierno no ha impedido que llevásemos minifaldas apretadas nuevamente.
El cigarrillo se encendió y en cuanto el fuego del
encendedor se apagó, una llamada desvió mi vista hacia el celular. No lo podría
creer, después de tanto tiempo allí estaba… llamándome ¿le contesto? “Mejor no”
pensé en voz alta. Las preguntas de Sofía y Carla no se hicieron esperar.
“¿Quién es?”, “¿Por qué no contestas?”, “¡uhh eso me huele a
una mala experiencia!”, fueron las primeras frases que soltaron, y como sabía
que igual se me iba a salir en alguna borrachera, preferí contárselo sana y así
tener la garantía de que lo conté. Porque del otro modo iban a torturarme con
indirectas todo el día en la oficina.
“Déjame adivinar, ¿otro feo?” Dijo Carla con el humor negro
que la caracteriza y todas reímos a carcajadas en medio del humo de los
cigarrillos. Yo le di un sorbo al café para humedecer la garganta.
“Niñas este hombre me engañó y creí en el tontamente”
confesé. Inmediatamente sus rostros se desencajaron. “¡qué! ¿Quién? … ¿qué te
hizo?” preguntó Carla más sorprendida que preocupada. “¿Estabas enamorada de
alguien en especial?” cuestionó Sofía y yo la miré y entendí la intención de su
pregunta.
“No es eso. Fue un tipo que conocí por allí, cerca a la
oficina. No me pregunten quien es porque me da vergüenza…” y Carla me
interrumpió “¿es narco?, ¿ladrón?” yo rompí a carcajadas y le di otra pitadita
a mi cigarro. ¿Por qué te avergüenzas?
Preguntó Sofía mientras cruzaba las piernas. Lo que es indicador que espera
escuchar algo interesante.
“No es mi tipo, es… de otro…. level… ¿manyan, no?” dije porque no sabía cómo explicar que esta
última conquista no era el típico hombre,
con carrera profesional, de buen nivel socioeconómico, sino todo lo contrario.
Sofí no lo podía creer.
“¿Y con todo y eso… te engaño? ¡Eres una tonta!, tú que
creías que te sabías todas”, me regañó Carla “te dije que en algún momento te
encontrarías con la horma de tu zapato” agregó un aire de victoria y expulsó el
humo del cigarrillo entre los labios sonrientes.
“¿Qué te dijo para que le creas, que te amaba, que eras la
única? Ay por favor! Si ya no estamos para esas cosas!” dijo Sofía.
Yo reí. “No chicas... sólo que me dejé engatusar, no sé lo
vi con aires de macho”. Le di una pitadita a mi cigarro, tomé un poco de café y
continué”. “su mirada es seductora, su andar seguro, el porte de galán y, como
le sonreí, el muy atrevido me invitó un trago al instante”. “Típico de hombres
recorridos” renegó Carla y yo le di la razón.
Les expliqué que como creí que era player podríamos divertirnos juntos. “¿No entiendo y si sabías por
qué dices que te engaño” preguntaron.
“Niñas, niñas, niñas… fuimos a un hotel después de unos
tragos… y bueno todo marchaba con mucha
pasión…. Pero...”, “¡no jodas! ¡La tiene pequeña!” dijo Carla y Sofía estaba a
punto de botar el café por la nariz. “No niñas... en eso está muy bien… créanme” y me reí mientras le di otra
pitadita al cigarro. “Digamos que es un chico clásico”.
“¿Cómo?”, “explícate” me dijeron las curiosas. “Pues bien….
Es de esos tipos que les gusta arriba o abajo y ya, no es como me lo
pintó… creí que era más… hummm ¿creativo?”. Solté el humo del cigarro y esta vez me tocó
a mí cruzar las piernas.
“Pues bien niñas, creí que fue una cuestión de primer
encuentro, falta de confianza y esas cosas. Pero la segunda vez fue lo mismo y
las sucesivas también. Jamás me sentí tan engañada”. Terminé la confesión muy
desilusionada.
“Me hace recordar a un tipo que conocí” dijo Carla. “Qué
tipo para más aburrido, parece el fotocopista del primer piso de la oficina,
puro bla bla bla y no hace nada”. Carla dio un grito “¡pero si de ese mismo
hablo yo!” dijo y ambas se miraron sorprendidas al descubrir que otra vez se
habían acostado con el mismo tipo.
“¡Oh por dios chicas!
¿Ya lo conocían? ¿Hasta cuándo nos sucederá eso?”. Carla y Sofía me miraron sin
poder creer lo que acababa de pasar, triple coincidencia. Reímos a carcajadas,
le dimos la última pitada al cigarro, limpiamos la espuma de café de nuestros
labios y decidimos ir a un bar para
celebrar nuestra amistad tan abierta.