Kasandra es el seudónimo que Karin Silva Noriega suele utilizar para firmar toda su creación. Este blog significa para ella la katarsis de su alma, de su filosofía y de las cosas que ella considera "sin importancia". ¡Qué la disfruten!

jueves, 19 de noviembre de 2009

Dónde está el amor

¿Dónde está el amor?

aquél que proclaman los enamorados

aquél que enternece a una madre

aquél que la hace proteger a un hijo.


¿Dónde está el amor?

mi alma fría y sin sentido lo busca

en besos, caricias y detalles

y sólo encuentro ambigüedades.


¿Dónde está el amor?

¿Porqué se esconde de mí?

yo también quiero amar

yo también quiero sufrir.


¿Qué es el amor?

Dicen que es bello, que es eterno

y grande como el universo

pero yo aún no lo encuentro.


Me han deseado, sí

he querido también

pero ¿amado?

¡Qué será aquello!

jueves, 17 de septiembre de 2009

Te voy a extrañar

I
Al mirarte,
noto la frialdad de tus ojos,
el sarcasmo de tu sonrisa
y la belleza que Dios puso en tu cuerpo.
No sé qué ves en mí,
pero esto es lo que veo en ti.

Busco en tu alma a la mujer que algún día amé,
aquella virgen que ignoraba la sensualidad de su andar,
del poder que tenías sobre mí para hacer tu voluntad.
Parecías inocente, inconsciente de tus actos.

Mañana intentaré buscarte,
y sé que me rechazarás,
mañana, quizás mañana,
me regalarás una sonrisa y
tu lindo meneo al andar.

Mujer extraña que
mientras se mira al espejo
busca lo que jamás recuperará:
juventud, esperanza y amor.

¿Quién eres tú?
Ni siquiera lo sabes,
crees que eres única, especial,
con un gran destino.

No eres más que una fémina sin rumbo
ni camino.
Crees tenerlo todo
pero ni siquiera te tienes a ti.
Vas en busca de la felicidad,
para satisfacer tu necesidad
pero solo encuentras tu vanidad
la que jamás te va a abandonar.

Amas sin medida,
por eso que tan rápido se termina,
te entregas sin pensar
y ni siquiera yo te puedo parar.


II

—Te amo —te susurré al oído.
Pero tu mirada fría me dijo que ya te habías ido.
Mañana te buscaré,
y encontraré nuevamente esa muralla
construida con tus frías miradas
para alejarme hasta el alba.
Me pides perdón, porque según tú
este desprecio no es voluntario
es consecuencia de mi olvido
Y de aquellos malos ratos.
—Te he olvidado— me dijiste.
—Te he soñado— te respondí.
Entonces vi aquella mirada perdida
Y, otra vez, tus ojos se tornaron grises.
—¿Por qué te alejas? —pregunté.
Tu silencio dijo más que cualquier palabra.
—¿Por qué me dejas? — volví a decir.
—Mañana, quizás mañana te diga.
Entonces, mañana iré a buscarte,
ya sé cual será tu respuesta
—Esta pared siempre la quise poner,
entre tú y yo, para no llegar a esto —dirás.
— ¿A qué? —te responderé yo.
—Al final de todo, al final del amor.
Entonces me dolerá
y recordaré los mejores momentos.
Pero eso será mañana,
el mañana que jamás llegará
el mañana que evadirás
el mañana al que temerás
porque estarás sumergida en tu soledad.
Mujer afligida, sola y de aire virginal
Quizás te voy a extrañar.

martes, 8 de septiembre de 2009

Mírame

Mírame y dime que no me amas
Dime que todo está perdido
Dime que todo se ha acabado
Mírame, vamos, Mírame.

No dices nada y tus ojos te delatan
Yo puedo verte, y leer tu alma
Yo puedo amarte e intentar olvidarte
Sólo mírame, estoy esperando.

¿No me amas? No te creo
No me has mirado. Eso quiero.
Mírame, sabré la verdad
Mírame y te prometo olvidar.

No digas nada, sólo mírame
mañana será un mejor presente
mañana estaremos perdidos
en el más tierno de los castigos.

viernes, 21 de agosto de 2009

Isla flotante en Lima

Hay una isla flotante en Lima, la veo, no es grande, apenas tiene cuatro metros cuadrados. No, no es una nave espacial. Es una pequeña isla, tiene pasto en el piso y una flor de amancaes encima. Puedo ver las raíces desde abajo, puedo verla porque no está muy alto.

No comprendo. Es ilógico, no puede estar flotando. ¿Y la ley de la gravedad? Debe ser una nave.

“No cholita” dice una persona que está a mi lado. “Es la luna que cada vez está más cerca de la tierra, ¿no has leído el informe de la NASA por la web?”.

Yo la escucho, es una voz femenina muy familiar, entiendo la explicación, pero, y entonces... ¡El mar también se saldrá! ¡estamos prontos a una catástrofe!

“No pues” continúa hablándome. “Esto se aleja de toda explicación, ¿no has escuchado que ya es el fin de los tiempos?”. Claro que lo he escuchado, pero sólo muevo la cabeza para decir que sí, sigo observando la pequeña isla.

“La gravedad de la luna, que está cada vez más cerca, hace que algunos pedazos de tierra poco firmes queden atrapados entre la gravedad de la tierra y de la luna”.

Es lo más absurdo que he escuchado, sin embargo esta respuesta me satisface.

Sigo observando hacia arriba, hacia donde está la pequeña isla. En eso, mis ojos, sí estos ojos grandes ven lo que deben ver (porque todo ojo lo verá).

El cielo se abre, puedo ver las estrellas, algunos planetas y la noche tras el cielo azul. “Te lo dije, es el fin de los tiempos, ahí llega, ya es hora”, dice la persona a mi lado con aquella voz que aún me suena familiar.

Sueños absurdos de una mente aturdida. Kasandra.

jueves, 9 de julio de 2009

El cachudo feliz y la cornuda contenta

Tengo más de diez años de casada y he llegado a la conclusión que mi marido es perfecto. Confía en mí, tiene plata, me ama y “me mima”, como dice el sabio Coquito.
No tendría razón alguna para conseguirme otro hombre... hasta que... un día detecté que mi marido era un don Juan.
Al principio creí que era algo pasajero, pero pronto me vi sumergida en la soledad de mi casa y de mi cama.

¿Por qué digo entonces que es perfecto? Aún no he terminado.
Los días se hicieron grises, mi marido no me tocaba, y hasta que encontré en su auto ropa interior femenina, muy bella y sensual por cierto. En fin, ahora tenía una evidencia.
Cuando fui a reclamarle, no supo qué decirme y me juró por todos los santos del mundo que yo era la única mujer de su vida. Obvio, no le creí.
Como se negó a darme el divorcio, entonces le advertí que le haría la vida tan imposible como pudiera, para que sea él quien me lo pidiera a gritos, fue entonces cuando empezamos a ser felices.
Yo, como toda mujer herida y despechada, juré que me las pagaría ojo por ojo. Empecé a salir los fines de semana; pronto encontré a un hombre guapo que se interesó en mí. Lo seduje, lo llevé a casa y me despedía de él con grandes besos apasionados en la puerta, donde mi marido pudiera verme.
Cierto día, cuando empecé a creer que no le importaba, me dijo que podíamos invitarlo a cenar, yo acepté para saber hasta dónde pensaba llegar.
Así pues, concerté una cita con mi amante y lo invité a cenar a casa, junto a mi marido. Aquella noche, nos sentamos los tres, mi marido cocinó y puso una mesa para cuatro. ¿Cuatro? Eramos mi amante, mi marido, su invitado especial y yo.
De repente, a los quince minutos llamaron a la puerta, una exuberante figura femenina ingresó, mi marido le dio una cálida bienvenida con un beso acompañado de un juego de manos entre piernas y pubis. Mi amante y yo nos incomodamos al ver esta situación.
De repente, al culminar su tan original saludo, se sentaron. Ella llevaba un vestido rojo con un escote que le daba hasta el ombligo. No culpé a mi esposo por haber caído en sus redes, ¡sí que era bella! Pero de pronto, habló.
Habló para decirme que esperaba que yo no me sintiera incómoda. Su voz retumbó en mi cabeza, sus labios rojos se movían lentamente ante mis ojos, mi piel se escarapeló.
Era travesti, y con esto, mi marido gay.
Él me explicó que no quería divorciarse de mí por temor “al qué dirán”. Y yo lo comprendí, como quien comprende a su mejor amiga ante un error grave.
Dicen que muchas prefieren que su marido le sea infiel con otra mujer antes que con un gay. Pero la verdad, yo me sentí contenta al saber que seguía siendo la única mujer en su vida, que aún podía disfrutar de su dinero y continuar con mi amante sin prejuicios. Desde entonces él es un cachudo feliz y yo una cornuda contenta.

martes, 26 de mayo de 2009

El verdadero no nacido

La primera vez que te vi, también fue la última. Recuerdo tu pequeño cuerpo encogido buscando protección en esa mujer que estaba a punto de desaparecerte para siempre. No tenías a dónde ir, sólo esperar. Lo recuerdo sí, es un recuerdo que duele.
La pantalla mostraba tu frágil cuerpo; la que sería tu madre escuchó los latidos de tu corazón; pero quiso creer que no le importabas. Creyó que su corta edad, su carrera universitaria y el miedo a sus padres eran más importantes que tú. Qué equivocada estaba.
Minutos después, el cuerpo de aquella mujer empezaba a rechazarte; luego llegó el médico junto a una enfermera y dijo: Cálmate, todo saldrá bien. Un extraño aparato ingresó a su cuerpo. Ella no dejaba de observarte en aquélla pantalla. Oyó un ruido y cerró los ojos, fueron los minutos más largos de su vida.
Se hizo el silencio, ella percibió la posible frialdad de los médicos, o quizás su posible sentimiento de culpa. Abrió los ojos; su mirada cayó nuevamente en la pantalla... pero ya no estabas.
Ya no estabas, no pudo saber si fuiste hombre o mujer, pero en aquel momento te convertiste en la persona más importante de su vida. Pero ya era tarde, quiso retroceder el tiempo, cayó de rodillas y se desvaneció al ver tanta sangre. Si hubiera muerto... hubiera sido feliz a tu lado. Pero Dios no lo quiso.
Al despertar, las enfermeras la miraban y trataban de reanimarla, ella preguntó por ti; pero una de ellas movió la cabeza, y le recordó que ya no estabas.
Hoy miro a la que hubiera podido ser tu madre, sé que piensa en ti, en lo que pudiste ser, en lo que pudo ser ella para ti. El tiempo le enseñó que ni su carrera, ni su corta edad ni el miedo a sus padres debieron ser más importantes que tú; te recuerda, piensa en cómo pudiste haber sido, si hubieras tenido sus ojos, su risa o si hubieras sido un pequeñito muy inquieto. Sí, hasta cree que debiste ser hombre.
Sueña con poder abrazarte alguna vez, con pedirte perdón y que algún día puedan ser felices, felices juntos.

domingo, 3 de mayo de 2009

Mi mamá es maga

Yo no sé cómo, pero mi mamá siempre lo pudo todo.

Recuerdo aquella vez que logró vencer el hambre con tan sólo cinco soles, incluyendo desayuno almuerzo y comida.

Yo creo que era pariente de mi Bella Genio; o incluso mejor que ella; pues, mi madre sólo cerraba un ojo, y todos sus “caseros” del mercado, hipnotizados, le daban lo que ella quería.

Ella siempre me decía: “Desde que tu padre nos dejó, tengo que hacer magia”; y sí que lo hacía.
Practicaba todas las noches a puerta cerrada en su habitación... jamás le vi sombrero alguno... pero sus ayudantes siempre gritaban: “Sacaste conejo, sacaste conejo”. Y desde entonces comprendí que era buena.

Pasaron los años, y sus poderes también; creo que fue la falta de práctica, pues sus ayudantes ya no querían ir a casa.

Ella me miraba entristecida y me decía que se sentía orgullosa de mí; y aunque yo siempre le decía que quería ser mago como ella; ella se ruborizaba y movía la cabeza para decirme que no. Luego me besaba la frente y una lágrima rodaba su mejía.

A mi me hubiera gustado ser como ella, pues yo creo que ganaba bastante vendiendo los conejos que ella sacaba. Y digo que los vendía porque jamás vi uno.

viernes, 1 de mayo de 2009

Intenciones ocultas



En la oscuridad de un habitación, una sombra se movía sin detenerse. Una silueta masculina apenas se percibía por la luz de la luna que penetraba por la ventana como cómplice de la culpa.


El hombre se sentó al pie de la cama, observó las sábanas –que enredadas entre sí– dejaban las marcas de una batalla entre dos seres que no se aman. Aquel hombre continuó sentado, con los ojos muy abiertos y tratando de recordar.
Sus manos estaban inquietas y se deslizaron por sus cabellos negros hasta su quijada, susurró “qué pasó” mientras los recuerdos confusos recorrían la habitación como en el cine. Esta vez, se reconoció como uno de los protagonistas.
El sonido de la ducha desconcentró sus pensamientos, soñó con ver salir la hermosa figura que hace momentos atrás había combatido en contra del pudor. “Sabes que no será así, sabes que ya no regresará, sabes que no volverán a combatir otra vez”. El juego se había tornado peligroso.

Tiempo atrás.

Ella era una mujer de años entrantes, quizás tenía treinta y siete, pero ella decía siempre que apenas había abandonado los veinte. Tenía el aspecto de una muchacha de apenas veintitrés años, pero su edad era uno de los misterios que hacían de esta mujer una especie de eslabón perdido.
A veces, parecía que su edad dependiera de su estado de ánimo: Si estaba feliz, era digna de un semblante de quinceañera. Si estaba triste, su rostro y cuerpo se transformaban en una señora madura de cuarenta años. Quizás, por éste motivo, al que se suma una extraña atracción sensual que sólo ella sabía emanar, se le veía constantemente con hombres de todas las edades.
Sin embargo, a pesar de que casi nunca se la encontraba sola, no se le conocía esposo, novio, enamorado, amante, amigo o acompañante íntimo alguno. Para todos, ella se refería como “buenos amigos”.


Residía en un edificio, un pequeño departamento lo suficientemente grande para ella, y lo suficientemente chico para dos.
Era maestra de danza moderna, daba clases en el Museo de Arte de Lima. Pero a pesar de esto, prefería mostrar sus habilidades en un nigth club de Miraflores. En donde –según ella– jamás se había acostado con algún hombre por dinero.
Le gustaba estar sola –a pesar de aquellas extrañas compañías– al menos eso decía o parecía, a menudo se la veía con los ojos húmedos.
Le gustaba salir a caminar, como a las cinco de la tarde. Caminaba hasta un parque cerca de su departamento, ahí, con un cigarrillo siempre en los labios, quedaba inmóvil por un par de horas, como si esperase a alguien.
Fue en una de esas tardes cuando el hombre de quien hablamos en el inicio de la historia la conoció. Era primavera. Él la vio, vio en su espíritu la tristeza, y en su cuerpo, la gloria. Desde entonces, él, cada día a las cinco de la tarde iba a verla para observarla.
Tres días después, ella notó a aquel desconocido. Notó que la observaba, y le pareció extraño. Desde entonces, cada día sus miradas se cruzaban y se sonreían ligeramente. No era amor. Simplemente la duda de quiénes eran.
Pero llegó el día en que las miradas fueron insuficientes, en que los cigarrillos pasaron a un segundo plano, en que las visitas a aquel parque se tornaron una especie de cita con el desconocido. Jamás habían cruzado palabra alguna, pero a veces las miradas, que parecen decir mucho, necesitan la ayuda de la sinfonía de las voces.
Ella estaba como siempre, sentada en esas típicas banquillas que hay en los parques y con el cigarrillo en sus labios. Estaba buscando con la mirada a aquel extraño, pero no lo encontró en el puesto habitual. Notó que alguien se sentó a su lado, pero no tomó importancia “dónde estará, por qué no ha venido hoy”, se preguntó.
Pero una voz, que jamás había oído, interrumpió sus pensamientos “¿me das un cigarrillo, amiga mía?”, le dijeron.
Ella de un salto al oír la palabra “amiga” se volvió y vio al hombre de todos los días. Ella le extendió un cigarrillo, y una pequeña e innecesaria conversación salió a flote. Hablaron de todo, de política, religión, amor, entre otras cosas, pero jamás se preguntaron el nombre. Pueda que se haya debido por el temor hacerse amigos, o amantes, y dejar de ser los perfectos desconocidos.
Era martes, aquella noche ella no debía ir a bailar al night club, quizás por eso la conversación se extendió por cinco horas. Ellos ya creían conocerse de toda la vida. Ella veía en él al amigo que jamás tuvo. Él veía en ella un tipo de ángel encarnado.
Decidieron beber un café, él propuso ir a un restaurante cerca de ahí, pero ella lo invitó a su departamento. Él aceptó.
Al llegar, ella sirvió café, charlaron un poco más, las miradas volvieron a cruzarse y sucedió aquello que sucede cuando un hombre y una mujer, deseosos del uno al otro, están solos en una noche.
Él estaba tan incrédulo a lo que sucedía, había observado a aquella mujer durante días, deseándola, fantaseándola; y en aquel momento estaba entre sus brazos. No, no era amor.
Pero en aquel instante, cuando él empezaba a disfrutar de aquella realidad, ella metió sus manos en el bolsillo, sacó tres billetes de cien dólares y dijo “nada es gratis, ni siquiera yo”. Pero a él no le pareció importarle y continuó.
Y así ambos sucumbieron en la noche, entre las sombras, entre los ligeros gritos fingiendo amor.
A la mañana siguiente, ella ya no estaba.
Pero al llegar nuevamente las cinco de tarde, volvieron a encontrarse en el parque. Esta vez no era necesario tanto ritual. Él sacó tres billetes de cien dólares y la invitó esta vez a su casa.
“Nunca habrá una tercera vez, eso no es profesional” dijo ella. Se puso de pie y aceptó la invitación de su acompañante. Aquella noche, después de hacerla nuevamente suya, ella se levantó y antes de despedirse dijo “la magia se acabó, hasta nunca”. Y se marchó.
Él quedó absorto. Estaba obsesionado, no podía dejarla marchar así de fácil, necesitaba de su cuerpo, de su aroma, del placer que sólo ella le producía. Llegada las cinco de la tarde fue a buscarla nuevamente, pero ella no estaba. La esperó, pero nunca llegó.
Una semana después él estaba desesperado, fue a buscarla a su departamento poco antes de las cinco, la vio salir.
Ella le explicó que había cambiado su lugar de visitas, que ya no encontraba nada nuevo en el viejo parque al que solía visitar. Esto ofendió tanto a aquel hombre que la tomó por el cuello, sacó una pistola y la hizo ingresar nuevamente a su departamento.
Ahí dentro, ella quiso defenderse, pero fue en vano, él estaba sicótico, le arrancó la blusa y la disfrutó, la disfrutó quizás mejor nunca. Ella no podía gritar con el pañuelo que él había colocado en su boca, se defendía, pero todo fue en vano.
A las horas, él se vio desnudo en el cuarto de aquella mujer, sin poder creer lo que había hecho. El sonido de la ducha interrumpió sus pensamientos. Y, a pesar que sabía que jamás la volvería a ver, caminó hasta el baño con la esperanza de volver a verla. Pero ahí en la bañera, sólo encontró el cuerpo sin vida de aquella mujer. Ya no tenía gloria, ya no tenía semblante de quinceañera. Sólo vio un cuerpo, el cuerpo de una extraña.

Revelación

Las peores pesadillas surgen al cerrar los ojos
surgen en medio de un mar negro
surgen uniendo las formas y colores
y muestran el más profundo de los temores.

Oh! Extraña revelación
caprichos de la vida, de la naturaleza
que no dejan dormir, quizás no los entienda.
extraña oscuridad que absorbe el alma.

¿Qué te motiva a buscarme?
La fragilidad de mi alma
¿Qué te motiva a atormentarme?
Los más ocultos pensamientos
¿Qué te motiva a darme vida?
La experiencia de la felicidad.
¿Qué te motiva a darme muerte?
La plenitud, la existencia eterna.

Cierro los ojos, los cierro muy fuerte
Me dejo llevar por el sueño, que es como la muerte.
Recuerdo entonces el principio de la vida
Y veo el final de los días.

¿A quién le importa el día de la muerte,
si se sabe que todo es para siempre?